sábado, noviembre 18, 2006

El Más grande: Muhammad Ali (Parte I)

Fuente: The Encyclopedia of Pop Culture.
En febrero de 1.964 el promotor boxístico Bill MacDonald tenia un problema serio: La pelea por el título mundial entre el campeón vigente Sonny Liston y su retador Cassius Clay no parecía llamar la atención suficiente de los fanáticos a este deporte.
MacDonald había tratado de posicionar al retador como el hombre amable… el chico que todos querían, mientras al dueño de la corona lo promocionaba como el tipo bruto y malo. Esta estrategia se vio en peligro pues rumores del medio decían que Clay se convertiría muy pronto a la religión del Islam.
La asistencia de público al encuentro boxístico fue más que aceptable. Liston cayó a la lona en el sexto round, derrotado por un estilo elegante, combinaciones letales y cierta influencia sicológica que el mundo del boxeo jamás había visto.
El mundo tenía un nuevo campeón de los pesos pesados: Cassius Clay. En esa misma noche, el nuevo rey anunciaba: “Ya no soy esclavo”. El Islam tenía un nuevo discípulo: Mohammad Alí.
Ali era de alguna manera una personalidad del deporte por haber ganado en 1.960 la medalla de oro de los juegos olímpicos, pero en la década de los 60 su personalidad extravagante y sus puntos de vista claramente definidos frente a la guerra, la religión y la política, lo convirtieron en una celebridad internacional.
Alí se inventó asimismo para erigirse como símbolo de la CULTURA POP. Como showman no tenía paralelo. Desde que era boxeador aficionado desarrolló su habilidad para llamar la atención diciédole a sus oponentes: “Soy el más grande. No puedo ser derrotado.”
En su autobiografía The Greatest Ali explicaba como su actitud fue influenciada por un luchador de las Vegas llamado “El Hermoso George” a quien recuerda gritándole a la audiencia: “miren mi máscara púrpura, miren mi lindo pelo. Si este tonto me lo daña, lo aniquilo.” Alí hacía gala de su vanidad, una táctica del negocio del entretenimiento no conocida antes entre atletas profesionales de quienes se esperaba debían ser humildes. De hecho los atletas negros debían ser todavía más humildes, como una señal implícita de su gratitud de que les permitieran competir.

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