lunes, mayo 28, 2007

Los Llorones en la oficina

Fuente: THE WALL STREET JOURNAL

Kathryn Brady cree que llorar en el trabajo es mal visto. Como gerente de finanzas corporativas, Brady ocasionalmente ha tenido jefes que la han hecho llorar. Aunque ellos consideraban que sus lágrimas eran una señal de debilidad, Brady dice que en realidad lloraba de rabia por lo difícil que era trabajar con ellos.

Llorar en la oficina siempre ha sido visto como algo prohibido. Pero un número creciente de empleados, especialmente los que están entre los 20 y los 40 años, no lo ven así.

Algunos piensan que ocultar las emociones es anticuado. Otros no tardan en llorar si reciben críticas negativas. Y muchos chocan con jefes que crecieron con una definición más rígida de lo que significa una “conducta profesional”. Esto no quiere decir que la gente llore abiertamente. Hoy, la mayoría de los que lloran en la oficina prefiere hacerlo en privado.

Sin embargo, hay indicios de un cambio. Jean Twenge, es profesora de psicología en la Universidad Estatal de San Diego. Ella afirma que “Los adultos jóvenes de hoy se sienten más cómodos expresando todo tipo de emociones”. Twenge basa sus conclusiones en estudios generacionales de personalidad realizados a más de 1 millón de personas que crecieron escuchando lo importante que es expresarse.

Pero Twenge también ve problemas en a educación de esta generación cuando afirma: “Muchos trabajadores jóvenes, elogiados profusamente por sus padres, están tan mal preparados para recibir críticas que rompen a llorar frente a observaciones negativas”. Kathy Lyle, de 55 años, dueña de una firma de contabilidad en Ohio, quedó atónita cuando una empleada de 30 años se puso a llorar cuando le pidieron que instalara un software en su computadora.

Aunque las mujeres todavía reconocen que lloran más que los hombres, desde los atentados terroristas del 11 de septiembre se ha vuelto más aceptable socialmente que todos lloren en ciertas situaciones. Esta es la principal conclusión de Stephanie Shields, profesora de psicología de la Universidad Estatal de Pensilvania y autora de un libro sobre la expresión emocional.

El llanto no solo ocurre por rabia, frustración o tristeza. Vernon Davis, un atleta de casi dos metros de altura y 115 kilos, se emocionó hasta las lágrimas al ser contratado por el equipo de fútbol americano San Francisco 49ers. Los que presenciaron el hecho no dudaron que el joven de 22 años estaba simplemente emocionado por haber cumplido un sueño.

Algunos jefes ven las lágrimas como un efecto secundario natural de la inversión emocional que requieren muchos trabajos. George Merkle, presidente ejecutivo de una firma de asesoramiento crediticio en Estados Unidos, dice que no puede pedirles a sus empleados que sean “compasivos y amables con nuestros clientes”, y luego “que repriman sus emociones como un robot”.

Si los empleados lloran, “les digo: ‘No hace falta disculparse, sé que estás disgustado y podemos resolverlo juntos’”. Los jefes con experiencia evitan concluir rápidamente que las lágrimas son una señal de debilidad.

En una encuesta a 182 estudiantes de medicina hace algunos años, Nancy Angoff, decana asociada de la facultad de Medicina de la Universidad de Yale, descubrió que 133 habían llorando al menos una vez durante su entrenamiento clínico, por razones variadas, desde estrés hasta compasión por los pacientes.

Así que en el trabajo no sólo está bien llorar, sino que es entendible, apropiado y, a veces, deseable.

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